Vistas de página en total

lunes, 18 de marzo de 2019

MITO DE PROMETEO


Prometeo enfrenta a Zeus


  PROMETEO era hijo de uno de los Titanes. Gea y Urano fueron sus abuelos, es decir, era primo de Zeus. A pesar de pertenecer a la estirpe de los Titanes, decidió luchar del lado del gran dios en su guerra contra Cronos.

Valiente y astuto, Prometeo tenía una debilidad. Amaba a los seres humanos, que intentaban sobrevivir, con mucho sufrimiento, sobre la superficie de la Tierra. Zeus, en cambio, no se interesaba mucho en ellos y estaba dispuesto a destruirlos. Muchos afirmaban que el interés de Prometeo en la humanidad se debía a que él mismo había sido su creador.

Como no tenían poder sobre el fuego, los mortales vivían miserablemente. En las noches oscuras, solo podían protegerse de las fieras escondiéndose en la profundidad de las cavernas. No podían trabajar los metales para fabricar armas o herramientas, y tenían que contentarse con lo que lograran hacer tallando piedras. Comían sus alimentos crudos y vivían casi como animales. Poco podía su inteligencia sin el fuego que Zeus les negaba.

El que trabajaba con fuego todo el día era uno de los hijos de Zeus, ese dios rengo y malhumorado llamado Hefesto[8], que estaba casado con la más bella de todas las diosas, la increíble Afrodita. En su fragua, en las profundidades de la Tierra, debajo de un volcán, Hefesto fabricaba las armas de los dioses, con ayuda de los Cíclopes.

Prometeo, utilizando su ingenio, se acercó a la fragua de Hefesto para conversar amablemente con el dios. Y en una distracción, consiguió robar un poco de fuego, unas cuantas brasas encendidas que escondió en el interior de una caña hueca. Con ese regalo asombroso, se presentó ante sus queridos hombres. Y no solo les entregó el fuego: les enseñó a cuidar que no se apagara, a encenderlo y a utilizarlo de todas las maneras posibles: les entregó la técnica de construir viviendas, armas, herramientas. Desde que fueron dueños del fuego, por primera vez los hombres se sintieron superiores a todos los demás seres que poblaban la Tierra.
Zeus estaba furioso. Prometeo había desobedecido sus órdenes y debía recibir un castigo ejemplar. Con cadenas de acero, lo sujetó a una roca en el Cáucaso y envió a un águila monstruosa a devorarle el hígado. Para que el castigo fuera terrible y eterno, todas las noches el hígado de Prometeo volvía a crecer, y el águila se alimentaba de él durante el día. Zeus juró por lo más sagrado que jamás desataría a Prometeo de la roca.

¿Pasaron años, siglos, milenios? Nadie lo sabe. Mucho, mucho tiempo después, Heracles, un hombre hijo de Zeus, pasó por allí en su camino al Jardín de las Hespérides. Heracles, mató a flechazos al águila que lo atormentaba y rompió sus cadenas. Prometeo, agradecido, lo ayudó con sus consejos.

 Zeus quería mucho a su hijo Heracles y a pesar de todo estaba orgulloso de su hazaña. ¿Pero cómo podía permitir que Prometeo quedara libre sin romper su juramento? Con una gran idea: hizo que Hefesto fabricara un anillo con el acero de la cadena, que engarzara en él un trozo de la roca a la que Prometeo había estado atado, y lo hizo jurar que jamás se quitaría ese anillo. Así, Prometeo quedó libre para siempre y, al mismo tiempo, para siempre encadenado a la roca del Cáucaso.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Te invito a escribir tus sugerencias u observaciones a la materia. Hazlo sin miedo, pero siempre con respeto y buena onda. Gracias.