ZEUS
(Júpiter en la mitología romana)
Y sin embargo
también es un dios gigantesco y justo, que mantiene el orden del Universo. Él
mismo está sometido a las leyes del destino, que nadie puede burlar. En la
puerta de su palacio hay dos jarras: una contiene todos los bienes y la otra
todos los males, que Zeus dispensa de acuerdo con su divino sentido de la
justicia, a veces difícil de comprender para los simples mortales.
(Venus en la mitología romana)
Cuando los
olímpicos vencieron a sus enemigos, el gran Zeus se convirtió en el amo del
Universo y tuvo miedo de que la belleza de Afrodita fuera causa de disgustos y
peleas entre los dioses. Por eso la casó con su hijo Hefesto, el dios del fuego
y de la fragua.
Pero su marido
era feo, rengo, deforme, y Afrodita estaba perdidamente enamorada de Ares, el
salvaje dios de la batalla. De sus amores con Ares tuvo muchos hijos, entre
ellos Deimos y Fobos (el Terror y el Miedo), que acompañaban a su padre en las
batallas, pero también Eros, el dios del amor, mucho más parecido a su madre.
El enojo de
Afrodita era muy peligroso, porque el amor apasionado puede causar catástrofes.
Pero también eran peligrosos sus favores, como sucedió cuando hizo que Helena
se enamorara de Paris y provocó así la Guerra de Troya.
Aunque no logró
que los troyanos ganaran la guerra, Afrodita los protegió en todo momento. Con
uno de ellos, Anquises, la diosa tuvo a su hijo Eneas y los defendió a los dos
cuando escaparon de la ciudad en llamas en busca de una nueva patria. Los
romanos se consideraban descendientes de Eneas y, por eso, Roma estuvo siempre
bajo la protección de Afrodita-Venus.
(Neptuno en la mitología romana)
Poseidón es un
dios muy malhumorado. Los mortales temen los golpes de su tridente, capaces de
provocar naufragios, terremotos y maremotos que se llevan parte de la costa. En
cambio, cuando está de buen humor, asegura un mar calmo, navegación tranquila y
es capaz de hacer surgir nuevas islas del fondo del océano.
Cuando la
ciudad de Atenas debía ser consagrada a uno de los dioses, Poseidón y Atenea
compitieron por ella. Con un golpe de su tridente, Poseidón le regaló a la
ciudad una laguna de agua salada. Atenea le entregó el olivo. El rey de la
ciudad y también sus habitantes eligieron el olivo, que les daba alimento,
aceite y madera, en lugar del agua salada que de poco les servía. Poseidón se
puso tan furioso que inundó la llanura de la Eleusis.
Solo el
poderoso Poseidón podía atreverse a enamorar a la terrible Medusa, con sus
colmillos de jabalí, su cabellera de serpientes y su mirada capaz de convertir
en piedra a los mortales. El famoso caballo alado, Pegaso, fue el hijo de la
temible pareja.
(Plutón en la mitología romana)
TAMBIÉN Hades es hijo de Cronos y
Rea. Cuando los Olímpicos vencieron a los Titanes y se repartieron el Universo, al dios
Hades le tocó en suerte el inframundo, el Reino de los Muertos.
Desde entonces
reina allí, con la ayuda de genios y demonios, y no es bueno pronunciar su
nombre. Hades no conoce la compasión. No permite que las sombras de los muertos
vuelvan a la Tierra ni deja que entren los mortales al reino de las sombras.
Para llegar
hasta su reino, los muertos deben cruzar un río oscuro y turbulento, el
Aqueronte. Solo el barquero Caronte puede atravesarlo con su nave desvencijada,
pero hay que pagarle por el viaje. Por eso los griegos enterraban a sus muertos
con una moneda de un óbolo en la boca, el precio de la barca de Caronte. Las
sombras sin dinero se agolpan gimiendo en las orillas del Aqueronte.
Hades se
enamoró de su sobrina, la bella Perséfone, y la raptó. Solo tres meses por año
la deja volver junto a su madre, Deméter.
Muy pocos
mortales consiguieron entrar a su reino. Uno de ellos fue el gran héroe Teseo,
a quien Hades encadenó por su osadía. Otro fue Heracles, que consiguió liberar
a Teseo. Solo el más grande los músicos, Orfeo, el único que consiguió acallar con
su lira y su canto la voz de las mismísimas sirenas, tuvo permiso para llevarse
del Mundo Subterrráneo a su mujer Eurídice otra vez hacia la vida. Hades le
aseguró que ella lo seguiría, a condición de que Orfeo no se diese vuelta a
mirarla. Pero el músico no pudo resistir la duda. ¿Venía realmente Eurídice
siguiendo sus pasos? Y al darse vuelta para comprobarlo, la perdió para
siempre.
En lugar de su
peligroso nombre, los romanos optaron por llamarlo a veces Plutón, que
significa «el rico», porque Hades es el dueño de todo el oro y la plata que se
esconde debajo de la tierra.
(Juno en la mitología romana)
COMO su marido Zeus, la diosa
Hera es hija de Cronos y Rea. Se dice que su divino esposo la enamoró en
tiempos muy antiguos, cuando todavía reinaban Cronos y los Titanes.
Después de
afirmar su poder sobre el Universo, Zeus se casó con Hera en una boda
importante y solemne. Tuvieron cuatro hijos, entre ellos, los dioses olímpicos
Hefesto y Ares.
Pero Hera nunca
fue feliz en su matrimonio, porque su marido era demasiado enamoradizo: le
gustaban las diosas, las ninfas, las mujeres mortales, y estaba dispuesto a
cualquier engaño con tal de seducirlas.
Hera se hizo
famosa por sus terribles celos. Perseguía de todas las maneras posibles a las
amantes de su marido y odiaba con todas sus fuerzas a los hijos que Zeus había
tenido fuera de su matrimonio. Trató de impedir el nacimiento del famoso héroe
Heracles, y cuando no lo consiguió, consagró todos sus esfuerzos a destruirlo.
Los dioses Apolo y Artemisa nunca habrían nacido si hubiera sido por Hera, que
prohibió que su madre Leto pudiera dar a luz.
A pesar de eso,
o tal vez precisamente por eso, Hera fue la diosa del matrimonio y la
fidelidad, y la protectora de las mujeres casadas.
(Ceres en la mitología romana)
DEMÉTER es la diosa de la tierra
cultivada y del trigo. Es hija de Cronos y de Rea, como sus hermanos Zeus,
Hades, Hestia, Hera y Poseidón.
Tuvo una sola
hija, Perséfone, a la que adoraba. La muchachita, toda luz y alegría, se criaba
feliz en compañía de Atenea y Artemisa, las otras hijas de Zeus. Pero su
tenebroso tío Hades, el rey del mundo subterráneo, se enamoró de ella.
Cierto día,
Perséfone estaba juntando flores para adornar su morada en el Olimpo y se
inclinó para arrancar un lirio. En ese momento la tierra se abrió, apareció
Hades y tomó a Perséfone por la cintura. Inmediatamente volvió a hundirse en
las profundidades de su reino. Deméter alcanzó a escuchar el grito que había
lanzado Perséfone al hundirse en la tierra. La madre, desesperada, dejó el
Olimpo y salió a buscar a su hija por el mundo. Durante nueve días y nueve
noches, sin comer ni beber, Deméter recorrió todo el mundo conocido hasta
enterarse de lo sucedido por los habitantes de la región donde se había
realizado el rapto.
Furiosa con su
hermano Hades, decidió no regresar al Olimpo hasta que no le devolvieran a su
hija. Transformada en una anciana, se sentó durante días enteros en una roca,
llamada desde entonces «Piedra sin alegría». Después se empleó como nodriza y
al niño que ayudó a criar le dio como misión difundir el cultivo de trigo en el
mundo.
Pero,
entretanto, al faltar Deméter del Olimpo, la tierra entera se volvió estéril y
ya nada crecía en ella. Zeus ordenó a Hades que devolviera a Perséfone, para
restablecer el orden del Universo.
Y sin embargo
ni siquiera Zeus podía hacer que Perséfone volviera con su madre. Porque
cualquiera que come o bebe algo en el mundo de los muertos, queda atrapado para
siempre. El error de Perséfone fue probar, convidada por su marido, una simple
semilla de granada. Ya no podría regresar al Olimpo.
Zeus tuvo que
encontrar la manera de conformar a Deméter para convencerla de que volviera a
hacerse cargo de sus deberes de diosa. Perséfone tendría que vivir para siempre
en el Mundo de los Muertos, pero cada año podría volver por tres meses a la
Tierra, para estar cerca de su madre. Desde entonces, cada vez que su hija
vuelve a la Tierra, la felicidad de Deméter hace que broten los tallos, crezcan
las hojas, se abran las flores. Los mortales lo llaman Primavera.
(Vesta en la mitología romana)
HESTIA es la diosa del hogar y la
familia. Es la hermana mayor de Zeus, la primera hija de Cronos y Rea, y la primera en ser
devorada por su padre.
Poseidón y
Apolo se enamoraron de Hestia al mismo tiempo y pidieron su mano, pero ella
quería ser virgen para siempre y consiguió que Zeus le permitiera mantenerse
soltera.
Agradecido por
la decisión de Hestia, que evitó una nueva lucha entre los dioses, Zeus le
concedió honores muy grandes: no solo sería objeto de culto en todas las casas
de los hombres, sino que podría ser honrada también en el templo de cualquier
otro dios.
Hestia nunca
quiso intervenir en los asuntos de los hombres, una de las grandes diversiones
de los demás dioses. Siempre inmóvil en el centro del Olimpo, al cuidado del
fuego sagrado, representó el refugio del cariño familiar, el lugar tranquilo y
seguro adonde volver después de viajes y aventuras. Tal vez por eso siempre se
llevó tan bien con Hermes, el más viajero de los dioses.
Fue la
inventora del arte de construir casas y la responsable de la felicidad conyugal
y la armonía familiar.
Hestia es el fuego que da calor y vida a los
hogares.
(Minerva en la mitología romana)
LA primera mujer del gran
Zeus, antes que Hera, fue Metis, la Prudencia. Cuando quedó encinta, el dios
consultó a sus abuelos, Gea y Urano, sobre el destino de sus descendientes.
Lo que Gea y
Urano adivinaron sobre el futuro era bastante difícil de aceptar. El bebé que
Metis tenía en su vientre era una hija. Si Metis daba a luz a esa hija, después
tendría un varón destinado a destronar a su padre.
Zeus no quería
encerrar a sus hijos, como su abuelo Urano, y mucho menos devorarlos, como su
padre Cronos. Desesperado, trataba de idear una manera de escapar del destino,
cuando la propia Metis lo persuadió con una extraña propuesta.
—Trágame —le
dijo a su marido—. Trágame entera sin hacerme daño. Así, cuando llegue el
momento del parto, no seré yo la que dé a luz a nuestra hija, sino que saldrá
de tu propio cuerpo.
Y así fue.
Cuando llegó el momento del parto, Zeus le ordenó a Hefesto que le partiera la
cabeza de un hachazo. De la cabeza de Zeus salió Atenea, que no era un bebé,
sino una joven diosa enteramente armada para la guerra.
Atenea es una
diosa guerrera, pero también es la diosa de la sabiduría. Como diosa de la
guerra, a ella le corresponde decidir las cuestiones estratégicas, mientras que
el horror y la confusión de la batalla quedan a cargo de su medio hermano Ares.
La ciudad de Atenas le está dedicada.
(Vulcano en la mitología romana)
HEFESTO es hijo de Zeus y de su
legítima esposa, la diosa Hera. Se cuenta que Hera, siempre celosa de los
amoríos de Zeus con las mujeres mortales, estaba discutiendo con su marido
cuando Hefesto, todavía niño, salió en defensa de su madre. Furioso con su
hijo, Zeus lo tomó de un pie y lo arrojó fuera del Olimpo. No temía que muriese
en la caída, porque como hijo de dioses, Hefesto era inmortal. El pobre
muchacho cayó, cayó y cayó por el espacio durante horas, hasta que, al final
del día, chocó con la Tierra. Desde entonces le quedó para siempre esa renguera
que lo diferenciaba de los demás Inmortales.
Sin embargo,
Hefesto es un dios muy poderoso. Todos los volcanes son sus fraguas. Trabaja
allí con la ayuda de los Cíclopes y cuando lo desea puede lanzar fuego, humo y
lava sobre la tierra.
A pesar de su
fealdad, se casó con la más bella de todas las diosas, la increíble Afrodita.
Pero Afrodita no lo amaba y pronto escapó con Ares, el dios de la batalla.
Helios, el Sol, que todo lo ve, fue a contarle al marido engañado dónde estaban
Ares y Afrodita.
Ahora bien,
Hefesto era famoso por sus invenciones. En sus fraguas podía fabricar armas,
herramientas y todo tipo de maravillas. Lo que hizo esta vez fue fabricar una
red indestructible y al mismo tiempo invisible. Envolvió en ella a los
culpables mientras dormían, impidiéndoles todo movimiento, y llamó a todos los
dioses del Olimpo para que contemplaran el espectáculo. Las divinidades rieron
y rieron a costa de los amantes, que no podían escapar. Apenas Hefesto la dejó
libre, Afrodita huyó avergonzada.
Pero Hefesto no
se quedó solo. A pesar de su poco atractivo físico, siempre consigue ser amado
por mujeres hermosas.
(Marte en la mitología romana)
Heracles, que
también era fuerte pero mucho más inteligente, lo hirió en dos ocasiones. Como
cualquier dios, Ares era inmortal, pero sufría como si fuera humano el dolor de
las heridas.
Con su casco en
forma de cresta, participaba en las batallas montado en su carro de guerra: una
cuadriga tirada por cuatro caballos inmortales que respiraban fuego.
Fue el eterno
enamorado de la bellísima Afrodita, con la que tuvo varios hijos, burlando a su
marido Hefesto.
De su unión con
la ninfa Harmonía nacieron las primeras amazonas, las terribles mujeres
guerreras.
(Diana en la mitología romana)
LETO, una hija de Titanes,
había quedado encinta del gran Zeus. Hera, la esposa de Zeus, loca de celos, trató
de impedir que nacieran esos niños y prohibió que nadie en tierra firme le
diera refugio a Leto para su parto. Sin embargo, Zeus encontró para Leto una
tierra que no era firme: la isla flotante de Delos. Allí nacieron los mellizos
divinos: la primera en nacer fue Artemisa, que surgió del vientre de su madre
ya convertida en una joven adulta, y ayudó con el parto de su hermano Apolo.
Desde entonces, como agradecimiento de los dioses, cuatro fuertes columnas mantienen
a la isla de Delos atada al fondo del mar.
Poco después de nacer, los hermanos mellizos
tuvieron que luchar con el gigante
Ticio, que por encargo de Hera intentó atacar a su madre. Artemisa y su
hermano
Apolo lo derribaron a flechazos.
Hermosa,
salvaje, vengativa, independiente, así era Artemisa, que nunca se interesó en
ningún varón, humano o inmortal. Diosa de la caza, le gustaba vagar por los
bosques con su arco y sus flechas. Protegía a los cazadores, pero también a las
fieras salvajes, sus amigas y compañeras.
Artemisa
defendía, además, a las amazonas, que eran, como ella, mujeres solas, fuertes,
independientes, guerreras y cazadoras.
(Febo en la mitología romana)
Pero los cisnes
llevaron a Apolo al País de los Hiperbóreos, más allá de la patria del Viento
Norte, donde el cielo es siempre puro. Recién un año después, en pleno verano,
llegaron a Grecia. Apolo era tan hermoso que la Naturaleza se alegraba con su
presencia: las cigarras y los ruiseñores cantaban en su honor, las fuentes se
volvían más cristalinas, el mundo entero se embellecía a su paso.
En Delfos vivía
el dragón Pitón, que asustaba a las ninfas, mataba al ganado y a los campesinos
y corrompía el agua de los manantiales y los arroyos. Apolo lo mató a flechazos
y estableció para siempre el famoso Oráculo de Delfos, que le fue consagrado, y
que sería consultado durante muchísimos siglos.
Nadie tenía un
cuerpo tan perfecto como el de Apolo, nadie tenía una cara tan bella, que
enamoraba por igual a ninfas, diosas y mortales. Y sin embargo, Apolo amó
locamente a Casandra sin ser correspondido. Para seducirla, le prometió que le
enseñaría el arte de la adivinación. Pero cuando Casandra hubo aprendido lo que
deseaba, se atrevió a rechazar al dios. En venganza, Apolo le quitó el don de
inspirar confianza. Desde entonces, la desdichada era capaz de adivinar el
futuro con cruel precisión… pero nadie le creía.
Uno de los
hijos de Apolo fue Esculapio, el dios de la medicina. Llegó tan lejos en su
arte que finalmente consiguió resucitar a los muertos. Esa era una grave
alteración en el orden del Universo, algo que Zeus no podía permitir. Con uno
de sus rayos, mató a Esculapio.
Apolo estaba
furioso. Como no podía atacar directamente a Zeus, quiso vengar la muerte de su
hijo matando a los cíclopes a flechazos. El castigo de Zeus fue obligarlo a
servir como pastor de un rey, convertido en simple mortal. Fue en ese momento
cuando su hermano Hermes, recién nacido, le robó el ganado, para después
cambiárselo por la lira.
Apolo es el
dios de la profecía, de la música y de los pastores, pero es también un dios
guerrero capaz de matar rápidamente y a distancia con sus flechas certeras,
como su hermana Artemisa.
(Mercurio en la mitología romana)
HERMES es el menor de los hijos de
Zeus. Su madre fue una ninfa, una de las siete Pléyades, tiempo después convertidas en
estrellas.
El mismo día de
su nacimiento, Hermes se retorció hasta librarse de las vendas con las que
aseguraban a los recién nacidos y viajó hasta una región lejana, donde su
hermano Apolo, transformado en hombre, cuidaba un rebaño por orden de Zeus.
Aprovechando una distracción de Apolo, le robó todo el ganado, atando una rama
a la cola de cada uno de los animales para que borraran sus huellas al caminar.
(Por esa hazaña, el dios Hermes es considerado el protector de los ladrones).
Después sacrificó dos de los animales a todos los dioses del Olimpo, para
asegurarse su buena voluntad. Con los intestinos de una de las víctimas y el
caparazón de una tortuga, inventó la lira.
Cuando Apolo
llegó, furioso, a quejarse del robo, la madre de Hermes le mostró al niño en
pañales. ¿Cómo podía acusar a un bebé? Pero Zeus, qué conocía la hazaña del
pequeño, lo obligó a devolver los animales.
—Te dejo
quedarte con el ganado a cambio de la lira —propuso Apolo, que había escuchado,
asombrado, la música que producía ese maravilloso instrumento. Y así fue.
Tiempo después,
Hermes inventó también la flauta y la siringa, y se las cambió a Apolo por un
bastón de oro que llevaba siempre consigo. Desde entonces, Apolo es considerado
el dios de la música.
Zeus, orgulloso
de su hijo menor, lo convirtió en el mensajero de los dioses. Con sus sandalias
aladas, su bastón de oro y su sombrero de ala ancha, vuela por el Universo
transmitiendo las órdenes de los Olímpicos. También está encargado de acompañar
al reino de Hades a las sombras de los muertos, y por eso se lo llama a veces
«el Acompañante de las Almas».
(Baco en la mitología romana)
TAL vez por ser hijo de una
mujer mortal, Dioniso no fue reconocido de inmediato como un dios y mucho menos
como uno de los Olímpicos.
Hera, la celosa
esposa de Zeus, se enteró de que una princesa humana iba a tener un hijo del
dios y planeó venganza. Disfrazada de criada, se ganó la confianza de Sémele y
la hizo dudar de que su amado fuera realmente el rey de los dioses. La muchacha
le pidió entonces al dios que se mostrara en todo su poder. Zeus se negó varias
veces, pero ante la insistencia de Sémele, apareció en su máxima majestad,
rodeado de rayos y relámpagos. La visión fue tan tremenda que la muchacha no
pudo resistirla y cayó fulminada.
Zeus se
apresuró a salvar al bebé que estaba en el vientre de su madre. Pero los seis
meses de gestación no eran suficientes para que pudiera sobrevivir. Entonces el
gran dios se abrió uno de sus gigantescos muslos, metió al bebé dentro de la
herida y la volvió a cerrar. Tres meses después volvió a cortarse el muslo para
que naciera el pequeño Dioniso.
Para evitar la
furia de Hera, Zeus lo entregó para su crianza a una pareja de reyes. Ordenó
primero que lo vistieran de mujer y, como no fue suficiente disfraz, se lo
llevó otra vez consigo y lo transformó en cabrito. En esta forma lo criaron
unas ninfas hasta que tuvo edad suficiente para defenderse por sí mismo.
Dioniso fue el
dios del vino, el primero en descubrir las maravillosas posibilidades de la
uva. Viajó por todo el mundo, al principio perseguido por Hera, que le envió la
Locura. Pero Dioniso logró recobrar la razón y en cambio se apoderó de la
Locura para usarla a su antojo y así lo hace con los que abusan de su mágica
bebida. Después siguió viajando y enseñando a los humanos a plantar vides y
fabricar vino. En una expedición mitad guerrera y mitad divina, gracias a su
ejército y sus poderes divinos, consiguió conquistar la India.
Cierta vez, en
su forma humana, contrató los servicios de una nave para que lo condujera a una
isla. Era una nave pirata, y sus tripulantes creyeron que sería fácil vender a
ese joven tan hermoso como esclavo. Cuando Dioniso se dio cuenta, transformó
los remos en serpientes, llenó el barco de hiedra y lo paralizó en medio del
mar entre enramadas de parras, mientras sonaban flautas invisibles. Los
piratas, enloquecidos, se arrojaron al mar, transformándose en delfines.
Sus viajes
terminaron cuando el mundo entero lo reconoció como dios y Zeus le dio su lugar
entre los demás Olímpicos. Entonces Dioniso, que no había conocido a su madre,
rescató la sombra de Sémele del Mundo de los Muertos y la llevó con él al
Cielo.
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